Sí, para ser discípulo auténtico de Jesús tienes que ser, actuar y sentir como él: «Quien no carga con su cruz, no puede ser discípulo mío» (Mt 10,37).
Para seguirle, Jesús te exige mucho, te exige tu propia vida y tu propio yo, que cantidad de veces son verdaderas cruces que llevas contigo. Piensa despacio qué cruces son las que marcan tu vida. ¿Eres ocasión de sufrimiento para los que te rodean? ¿Aceptas sus formas de ser no ocasionándote desprecio y sufrimiento? ¿Sabes sobrellevar lo duro, lo difícil? ¿Cuáles son las cruces que definen tu vida?
Jesús te aconseja y te dice hoy con todo cariño que tienes que sobrellevar y aceptar las cruces de cada día, así como el sacrificio de tu propia vida, como él, que llevó la cruz de todos los males de la humanidad y se entregó entero por ti, y lo tienes que hacer para entregar tu vida por él y por los demás.
Uno de los modos mejores para saber aceptar lo que te cueste es abandonarte en brazos de Dios-Padre y allí depositar una por una las cruces de tu camino. Dios-Padre te cuida con tanto mimo que bien sabe lo que te conviene en cada momento. No dejes de hacer hoy un ejercicio de abandono en Dios-Padre y depositar todo lo que te es motivo de sufrimiento.
Padre mío, en tus manos me pongo. En ti me abandono y deposito lo que me es motivo de mucho sufrimiento y no sé aceptar. Dame la fuerza de seguirte, de cargar con tu cruz y sobre todo enséñame a ayudar a sobrellevar las cruces de los que sufren a mi lado. Madre mía, maestra del abandono, enséñame.
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