Esta historia que ya conoces te permite reflexionar mucho sobre cómo llevar la vida. Aquí tienes las dos posturas de cómo vivir tu vida que Jesús te expone con esta sabia parábola. Todo cambia desde la mirada de Dios, desde su juicio y forma de pensar. «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro que estaba echado en su portal cubierto de llagas y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico» (cf Lc 16,19). Y el final ya lo conoces. «Murió el mendigo y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue al infierno» (cf Lc 16,22).
A Jesús no le preocupa lo que posees, sino la actitud que tienes, quizás tu único interés es la preo-cupación solamente de disfrutar y no darte cuenta de a quién tienes a tu puerta. A lo mejor te puedes parecer bastante a este rico, puesto que aunque no tengas más que los bienes necesarios, solo te preocupa disfrutarlos tú solo. Jesús denuncia en ti el apego a lo material. Al contrario, Jesús te pone una pobreza extrema porque sabe bien que te aficionas demasiado a los bienes materiales.
¿Estás apegado a tus riquezas materiales? ¿Compartes, te sensibilizas, te preocupas de quien está a tu lado? ¿Sabes valorar justamente la vida que se te da?
Señor, gracias por la lección que me das hoy con esta parábola. Me haré esta pregunta: ¿de qué me sirve esto para la eternidad? Ayúdame para que nunca descuide el amor al prójimo antes que a mis riquezas. Sé que tú fuiste pobre y que te atraen los pobres. Que aprenda a vivir «bien».
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