miércoles, 24 de junio de 2020

La sal de Jesús



«La sal es buena, pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve ni para el campo, se tira fuera» (cf Lc 14,34). Oír esta afirmación te lleva a reflexionar cómo es realmente tu vida, si tiene el sabor de Jesús, si sirve para sazonar lo que haces y lo que dices o quizá ya no sirva.

Tus actos tienen que ser como pequeños granitos de sal que, perdidos en la masa de la sociedad en la que te mueves, den alegría, bienestar, luz, sabor a todo lo que ocurre a tu alrededor. Y, ¿cuál es ese sabor? La alegría del Evangelio, la urgencia del Reino, la fe que domina tus actos, el amor que pones en lo que haces.

No dejes de ser sal en tu mundo. Que tu vida no se vuelva sosa y sin sabor. Que tu vida sea fuerte en Jesús. Esta es la recomendación que Jesús te quiere hacer hoy. Acógela y resplandece con tu vida llena de fuerza y sabor del amor de Dios en ti.

Pídele al Señor con fuerza: Señor, ser sal en la vida que llevo implica mucho en mí. Pon tú el sabor que necesito para comunicarme a los demás. Dame el ser alegría y fuerza para los demás, sabiendo que todo el sabor me lo tienes que dar tú. Madre mía, sé la sal de mi camino.

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