sábado, 26 de agosto de 2017

La Palabra del Domingo (XXII del Tiempo Ordinario - A)

Isaías 22,19-23
Romanos 11,33-36
Mateo 16,13-20

¡Tú eres Pedro y te daré las llaves!

Leer y entender

Jesús aparece como un provocador. Quiere saber lo que los apóstoles elegidos escuchan
en la calle sobre él. Les hace un test de opinión. Les formula una «pregunta de cotilleo»:
¿Qué dice la gente de mí? Hablar de lo que dice la gente no compromete mucho. Es
hablar impersonal. Pero «el cotilleo» sólo es un primer paso que encamina a la verdadera
pregunta: ¿Quién soy yo para vosotros? Llevan un tiempo juntos. Es el momento de
hacer la pregunta clara y personal. Jesús les obliga a definirse. Y Pedro confiesa lo que el
Padre le sugiere: Tú eres el Mesías, el hijo de Dios. De Jesús sólo se puede confesar lo
que el Espíritu nos diga. De Jesús no podemos hablar por nosotros mismos ni por lo que
hemos aprendido en el libro de catequesis. De Jesús, para hablar de verdad, sólo
podemos contar lo que el Espíritu nos ponga en el corazón y en los labios. Yo creo que
muchas «charlas sobre Jesús» las preparamos con libros en la mano, y no las
preparamos con lo que el Espíritu de Jesús nos dicta. Y así no vale. Así Jesús dice poco;
no dice nada.

Pedro confiesa y pronuncia palabras que no son de él, que no entiende todavía. Pedro
habla lo que el Padre le inspira. Pedro define y acepta lo que es Jesús, lo que el Padre
quiere de Jesús.

Me quedo pensando en esto y me parece que tiene algo que ver como cuando
adquirimos compromisos y pronunciamos palabras «de largo alcance», «palabras que comprometen la vida de por vida». El calado de lo que un día decimos como palabra de
compromiso lo tenemos que ir aprendiendo poco a poco. No nos comprometemos con
alguien porque ya sabemos todo lo que nos espera. Nos comprometemos para hacer todo
lo que nos espera a partir de una palabra dada y entregada, pase lo que pase.
Pedro pronuncia palabras que le superan. Él mismo se verá un día llorando tras una
traición. Pero los desvíos, los tropiezos, los frenazos y parones forman parte del camino.

No importan los «noes» y hasta las «traiciones» mientras haya lágrimas que nos laven y
nos pongan de nuevo de pie y en marcha. Se puede dar poder y entregar las llaves de
todo lo nuestro al que nos confiesa y acepta como somos. Eso es lo que Jesús hace con
Pedro.

(La Palabra del Domingo y Fiestas, Mari Patxi y Alvaro Ginel, Ed. PPC. Pg. 171)

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