DOMINGO
XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
JULIO
31 DE 2016
MONICIONES
ENTRADA: Somos bienvenidos a este
encuentro con Jesucristo el Señor, en la celebración de su entrega por amor y
fidelidad a Dios Padre, con la fuerza
del Espíritu Santo. Una cita semanal que nos hace crecer en nuestra identidad
cristiana. La Palabra
proclamada y escuchada, y el Pan partido y entregado nos alimentan, interpelan
y envían como testigos de Jesús.
LECTURAS: Jesucristo nos
plantea cuál debe ser la actitud cristiana ante los bienes que poseemos. No se
trata de desentendernos de este mundo, sino de llegar a ver las cosas como medios
para hacer posible una vida digna y humanizada para todas las personas. Ante el
valor absoluto del reino de Dios los bienes y las aspiraciones humanas quedan
relativizados.
ORACION DE FIELES
En Dios
ponemos nuestra esperanza. Él está cerca de los que lo invocan. Como una sola
familia que ora y celebra al único Dios, imploremos diciendo:
TE LO PEDIMOS, SEÑOR.
1. Por la Iglesia para Cristo sea el centro y la meta en nuestras programaciones y tareas
pastorales, y así podamos prescindir de aquello que pueda obstaculizar el
anuncio del Evangelio a nuestro mundo. Oremos.
2. Por los países que más sufren el subdesarrollo,
las guerras y la tragedia del hambre para que su futuro y el respeto de cada
vida humana sean una preocupación real y urgente para todos. Oremos.
3. Por los responsables de la educación de los
niños y jóvenes para que tengan en cuenta la dimensión trascendente de la
persona humana. Oremos.
4. Por los que viven marginados y los que
sufren el desamparo y la incomprensión
para que sean destinatarios de la oración confiada y el testimonio de la
caridad de los seguidores de Jesús. Oremos.
5. Por nuestra comunidad parroquial para que seamos capaces de iluminar desde la fe en
Jesús el uso de nuestros bienes y recursos, optando por el compartir fraterno y
la gratitud a Dios por todo lo que recibimos de Él. Oremos.
Escucha, Señor nuestro, la oración de tu familia; que imitemos a tu
Hijo en la austeridad de vida y en el servicio a todos. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
OFERTORIO: Ante la presencia de
nuestro Dios, nuestro corazón es pobre y vacío. Presentemos en el altar el
fruto de nuestro trabajo, reconociendo los dones que hemos recibido de su
providencia y que lo que más llena de sentido nuestra vida es el amor que Él
derrama en nuestros corazones. Con generosidad, presentemos nuestras ofrendas
COMUNIÓN: San Pablo nos invita
a buscar: “las cosas del cielo, donde
Cristo está sentado a la derecha de Dios”; por tanto, reconozcamos que Cristo se haya en medio de nosotros. Él es
nuestra mayor riqueza, nuestro mayor bien y dicha. Con esta esperanza cierta,
dispongámonos a comulgar.
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