“Durante La comida Jesús tomó
pan, y después de pronunciar la bendición, lo partió y se lo dio a sus
discípulos diciendo: “Tomen, esto es mi cuerpo”. Luego tomó una copa y después de
dar gracias, se la entregó y todos bebieron de ella. Y les dijo: “Esto es mi
sangre, la sangre de la alianza, que será derramada por muchos”. (Marcos
14,22-24).
Jesús se
hace presente en la Eucaristía para ser alabado, adorado, contemplado y
consumido por nosotros. Él está presente de manera real en el sacerdote que
preside, que proclama el Evangelio y explica las Escrituras y en el Pan y el
Vino que son consagrados para ser consumidos.
Ser y no
parecer ser: Jesús dice: esto es mi
cuerpo; esta es mi sangre. No dice: esto simboliza ni esto parece ser, ni
esto se asemeja a mi cuerpo y mi sangre. Cuando decimos que algo es de esta u
otra manera, realmente es así como decimos. Por ejemplo: esto es una pared,
esto es una banca de madera. No dudamos de lo que es.
Jesús está
presente en la Eucaristía no como un símbolo, como una representación o como
una imagen; Él está presente de manera real: la hostia consagrada es el cuerpo
de Cristo crucificado y el vino consagrado es la sangre derramada en la cruz.
Pero, ¿cómo
comprender esa presencia real? O ¿por qué creer en que Jesús está presente en
la celebración de la Misa? Tratemos de comprenderlo desde nuestra cotidianidad.
Un familiar o un amigo que se va por u tiempo prolongado, permanece presente a
través del recuerdo, una fotografía, algún objeto; decimos que sentimos su
presencia aunque no sea física. Y hay un detalle más especial, esa presencia
que no es física, puede convertirse en una presencia más íntima, más cercana.
Jesús, el
Maestro, el amigo, el sanador, el hermano, les dijo a sus discípulos muchas
veces se iría de su lado físicamente,
pero que “estaría”, “permanecería”, “se quedaría” con ellos y con nosotros
hasta el fin de los tiempos. Y, ¿de qué forma se quedaría? Recordemos lo que
dice el evangelista: Juan 6.55-56 Mi carne es verdadera comida y mi sangre es
verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en
él.
Jesús al instituir
la Eucaristía, nos dejó claro que:
a.
El pan y el
vino que se consagran y comparten en la mesa eucarística, son verdaderamente su
cuerpo y su sangre
b.
Cada vez que
celebramos la Eucaristía, alrededor de la Mesa del Altar, celebramos la
presencia real de Jesucristo
c.
Comulgar es
comer y beber el cuerpo y la sangre de Cristo crucificado, muerto y Resucitado
d.
Al celebrar la
Eucaristía, actualizamos el misterio pascual de Cristo, es decir, Cristo mismo bendice
el pan y el vino, lo parte y nos lo comparte.
Así como Jesús se hizo pan para compartir,
nosotros estamos invitados a compartir lo que somos y tenemos con los demás y
sobre todo con los más necesitados.
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