sábado, 2 de julio de 2016

Catequesis eucarística #3. La presencia real de Jesús en la Eucaristía


“Durante La comida Jesús tomó pan, y después de pronunciar la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: “Tomen, esto es mi cuerpo”. Luego tomó una copa y después de dar gracias, se la entregó y todos bebieron de ella. Y les dijo: “Esto es mi sangre, la sangre de la alianza, que será derramada por muchos”. (Marcos 14,22-24).

Jesús se hace presente en la Eucaristía para ser alabado, adorado, contemplado y consumido por nosotros. Él está presente de manera real en el sacerdote que preside, que proclama el Evangelio y explica las Escrituras y en el Pan y el Vino que son consagrados para ser consumidos.  

Ser y no parecer ser: Jesús dice: esto es mi cuerpo; esta es mi sangre. No dice: esto simboliza ni esto parece ser, ni esto se asemeja a mi cuerpo y mi sangre. Cuando decimos que algo es de esta u otra manera, realmente es así como decimos. Por ejemplo: esto es una pared, esto es una banca de madera. No dudamos de lo que es.

Jesús está presente en la Eucaristía no como un símbolo, como una representación o como una imagen; Él está presente de manera real: la hostia consagrada es el cuerpo de Cristo crucificado y el vino consagrado es la sangre derramada en la cruz.

Pero, ¿cómo comprender esa presencia real? O ¿por qué creer en que Jesús está presente en la celebración de la Misa? Tratemos de comprenderlo desde nuestra cotidianidad. Un familiar o un amigo que se va por u tiempo prolongado, permanece presente a través del recuerdo, una fotografía, algún objeto; decimos que sentimos su presencia aunque no sea física. Y hay un detalle más especial, esa presencia que no es física, puede convertirse en una presencia más íntima, más cercana.

Jesús, el Maestro, el amigo, el sanador, el hermano, les dijo a sus discípulos muchas veces se iría de su lado  físicamente, pero que “estaría”, “permanecería”, “se quedaría” con ellos y con nosotros hasta el fin de los tiempos. Y, ¿de qué forma se quedaría? Recordemos lo que dice el evangelista: Juan 6.55-56 Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

Jesús al instituir la Eucaristía, nos dejó claro que:

a.       El pan y el vino que se consagran y comparten en la mesa eucarística, son verdaderamente su cuerpo y su sangre
b.      Cada vez que celebramos la Eucaristía, alrededor de la Mesa del Altar, celebramos la presencia real de Jesucristo
c.       Comulgar es comer y beber el cuerpo y la sangre de Cristo crucificado, muerto y Resucitado
d.      Al celebrar la Eucaristía, actualizamos el misterio pascual de Cristo, es decir, Cristo mismo bendice el pan y el vino, lo parte y nos lo comparte.
Así como Jesús se hizo pan para compartir, nosotros estamos invitados a compartir lo que somos y tenemos con los demás y sobre todo con los más necesitados.

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