martes, 19 de mayo de 2020

¿Qué se sabe realmente de Jesús?



De Jesús de Nazaret tenemos más y mejor información que de la mayoría de los personajes de su tiempo. Además de las noticias sobre su existencia y actividad que conocemos por fuentes históricas no cristianas, disponemos de todo lo que los testigos de su vida y de su muerte nos han comunicado. Son tradiciones orales y escritas sobre su persona —entre las que destacan las contenidas en los cuatro evangelios— que han sido transmitidas en la comunidad de fe viva que él estableció y que continúa hasta hoy. Esta comunidad es la Iglesia.

Los datos que hay en los evangelios apócrifos y otras referencias extrabíblicas no aportan nada sustancial a la información que nos ofrecen los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan; más bien, la confirman.

Hasta la Ilustración, creyentes y no creyentes estaban persuadidos de que lo que podíamos conocer sobre Jesús se contenía en los cuatro evangelios.

Sin embargo, por ser relatos escritos desde la fe, algunos historiadores del siglo XIX cuestionaron la objetividad de sus informaciones. Para estos estudiosos, los relatos evangélicos eran poco creíbles porque no contenían lo que Jesús hizo y dijo, sino lo que creían los seguidores de Jesús unos años después de su muerte. Como consecuencia, durante las décadas siguientes y hasta mediados del siglo XX, se cuestionó la veracidad de los evangelios y se llegó a afirmar que de Jesús «no podemos saber casi nada» (R. Bultmann, Jesus, Deutsche Bibliothek, Berlin 1926, p. 12).

Hoy en día, con el desarrollo de la ciencia histórica, los avances arqueológicos, y nuestro mayor y mejor conocimiento de las fuentes antiguas, se puede afirmar con palabras de un conocido especialista del mundo judío del siglo I d.C. —a quien no se puede tachar precisamente de conservador— que «podemos saber mucho de Jesús» (E.P. Sanders, Jesus and Judaism, Fortress Press, London-Philadelphia 1985, p. 2). Por ejemplo, este mismo autor ofrece una lista de afirmaciones que están fuera de discusión desde el punto de vista histórico (precisa, sin embargo, que una lista de todo lo que sabemos acerca de Jesús sería considerablemente más larga):

1) Jesús nació en torno al año 4 a.C. poco antes de la muerte de Herodes el Grande. 2) Pasó su infancia y los primeros años de su edad adulta en Nazaret, una aldea de Galilea. 3) Fue bautizado por Juan el Bautista. 4) Llamó a los que habían de ser sus discípulos. 5) Enseñó en los pueblos, aldeas y campos de Galilea. 6) Predicó el «Reino de Dios». 7) Hacia el año 30 fue a Jerusalén con motivo de la Pascua. 8) Provocó un alboroto en la zona del templo. 9) Celebró una última comida con sus discípulos. 10) Fue detenido e interrogado por las autoridades judías, concretamente por el Sumo Sacerdote. 11) Fue ejecutado por orden del prefecto romano, Poncio Pilato.

Añade Sanders una breve lista de hechos igualmente seguros sobre las consecuencias de la vida de Jesús:

1) Sus discípulos huyeron al principio. 2) Lo vieron (los historiadores discuten en qué sentido) después de su muerte. 3) Como consecuencia de ello, creyeron que volvería para instaurar el reino. 4) Formaron una comunidad para esperar su regreso y procuraron ganar a otros para la fe en él como Mesías de Dios (E.P. Sanders, La figura histórica de Jesús , Verbo Divino, Estella 2000, pp. 27-28).

Así pues, el desarrollo contemporáneo de la investigación histórica permite establecer como probados al menos esos hechos, que no es poco para un personaje de hace veinte siglos. No hay evidencias racionales que avalen con mayor seguridad la existencia de figuras como Sócrates o Pericles —por sólo citar algunos muy conocidos—, que la que otorgan las pruebas de la existencia de Jesús. E incluso los datos objetivos, críticamente contrastables, que se tienen sobre estos personajes son casi siempre mucho menores.

Sobre esta base mínima en la que los historiadores están de acuerdo se pueden determinar como fidedignos desde el punto de vista histórico muchos otros datos contenidos en los evangelios. La aplicación de los criterios de historicidad sobre estos datos permite establecer el grado de coherencia y probabilidad de las afirmaciones evangélicas, y que lo que se contiene en esos relatos es sustancialmente cierto.

Estos datos invitan a pensar que él era el Mesías que habría de venir a regir a su pueblo como un nuevo David, e incluso más: que Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre. Para acoger de veras esta invitación se requiere contar con un auxilio divino, gratuito, que otorga un resplandor a su inteligencia y la capacita para percibir en toda su hondura la realidad en la que vive. Pero se trata de una luz que no desfigura esa realidad, sino que permite captarla con todos sus matices reales, muchos de los cuales escapan a la mirada ordinaria. Es la luz de la fe.

JUAN CHAPA - FRANCISCO VARO

Tomado del libro: 50 preguntas sobre Jesús, Juan Chapa.

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