El capítulo seis del evangelio
de San Juan, en el que se encuentra el fragmento que se proclama en esta
festividad del Corpus, es todo él una lección y una guía a la hora de
acercarnos a la veneración de la Eucaristía. Todo él puede entenderse como una
homilía al estilo de los comentarios que en la sinagoga cada sábado se hacían
en torno al texto sagrado que se había proclamado. El estilo era muy libre y el
uso que se hacía de otros pasajes bíblicos también.
En nuestro caso el redactor tiene delante el hecho de la
multiplicación de los cinco panes y dos peces con los que Jesús alimentó
abundantemente a una multitud de más de cinco mil personas, con lo cual mostró
su divinidad, pues superó al profeta Eliseo que con cinco panes dio de comer a
cien personas (cf. 2R 4, 42-44). Además, lo hizo en primavera, en las mismas
fechas en que los judíos celebraban la pascua de su liberación de Egipto en el
templo de Jerusalén. En cambio, Jesús celebra este acontecimiento en el
descampado, cerca de la frontera que separa el país de los pueblos gentiles a
los que serán enviados los apóstoles. La de Jesús es una celebración secular
ante una necesidad colectiva: el hambre.
Alrededor del Maestro sigue por tierra y por mar en barcas
un numeroso grupo de personas que desean escuchar su palabra, admirados por su
doctrina y por sus curaciones, signos de su persona y de su mensaje.
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