sábado, 17 de junio de 2017

“El pan vivo que ha bajado del cielo”




El capítulo seis del evangelio de San Juan, en el que se encuentra el fragmento que se proclama en esta festividad del Corpus, es todo él una lección y una guía a la hora de acercarnos a la veneración de la Eucaristía. Todo él puede entenderse como una homilía al estilo de los comentarios que en la sinagoga cada sábado se hacían en torno al texto sagrado que se había proclamado. El estilo era muy libre y el uso que se hacía de otros pasajes bíblicos también.
En nuestro caso el redactor tiene delante el hecho de la multiplicación de los cinco panes y dos peces con los que Jesús alimentó abundantemente a una multitud de más de cinco mil personas, con lo cual mostró su divinidad, pues superó al profeta Eliseo que con cinco panes dio de comer a cien personas (cf. 2R 4, 42-44). Además, lo hizo en primavera, en las mismas fechas en que los judíos celebraban la pascua de su liberación de Egipto en el templo de Jerusalén. En cambio, Jesús celebra este acontecimiento en el descampado, cerca de la frontera que separa el país de los pueblos gentiles a los que serán enviados los apóstoles. La de Jesús es una celebración secular ante una necesidad colectiva: el hambre.

Alrededor del Maestro sigue por tierra y por mar en barcas un numeroso grupo de personas que desean escuchar su palabra, admirados por su doctrina y por sus curaciones, signos de su persona y de su mensaje.

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